Hojas que caen lejos de sus raíces

Ma Qian nació en la ciudad china de Jiang Su, tiene 46 años, es psiquiatra y vino a la Argentina a los siete. Dice vivir la vida con un tinte melancólico. Uno de los sueños recurrentes en su niñez era caerse de un precipicio, y hoy lo asocia a la falta de contención que tuvo durante su infancia. Reconoce que le costó mucho adaptarse a la Argentina, aunque ahora le gusta. Pero esta historia comienza a principios de los ‘70 con la llegada de su abuelo Ma Tsun Kuen, quien fue un reconocido maestro de artes marciales y su escuela es actualmente una de las más relevantes en el país.

Cuando su abuelo llega a la Argentina, en la primera ola migratoria, emprende con restaurantes y supermercados que no prosperan. Diez años después llega su hijo Ma Qing Sheng con 35 años, su esposa Gu Cui Zhi y la niña Qian. A pesar del paso del tiempo, aún hoy su padre no logró adaptarse a la cultura argentina. No tiene amigos que no sean chinos y el único contacto con familias argentinas era cuando les llevaba los encargos que le hacían en su rotisería. Es un hombre muy terco y sostiene “Yo soy chino y voy a morir siendo chino”; tal es así que frente a una enfermedad severa que padece, se niega a tratarse con otra opción que no sea la medicina tradicional china.

Cuando sus padres migran a la Argentina, Qian los notaba inseguros y perdidos, asunto que en China nunca lo percibió de esa manera. Con su padre habla en chino y con su hija Sofía, de 11 años, habla en castellano. Hace poco la cambió de colegio porque en el anterior sus compañeros le preguntaban todo el tiempo cómo se decían algunas palabras en chino, lo que la ofuscaba demasiado. A su vez, los días sábados, asiste a un colegio chino, el cual padece y no le gusta. Qian reconoce que la educación china es muy exigente, pero está convencida que esto la ayudará a su hija en la vida.

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Retrato de 5 generaciones de migrantes chinos en Argentina.